viernes, 10 de octubre de 2008

evolución y creacionismo

Hay algún que otro blog revuelto por un artículo reciente de Juan Manuel de Prada. La verdad es que recuerdo tener la revista en mis manos, llegar a la página del artículo, mirar someramente las primeras frases..., y pasar a otra cosa.

El Creacionismo, o su maquillada denominación de Diseño Inteligente, se basa en esencia en una simple cosa: ¡por Dios!, el ser humano es taaaannn especial, que de alguna forma solo puede explicarse por ... Dios. Nuestras peculiares características constituyen un salto cualitativo inexplicable de cualquier otra forma que no sea invocando ese Algo convencionalmente designado como Dios. La Ciencia podrá explicar otras cosas, pero al llegar a nuestra esencia humana, a nuestro misterio último, a ese Non Plus Ultra, debe rendirse a la evidencia de sus límites y no empeñarse en negar nuestro divino origen.

A veces los que admiramos los logros de la Ciencia y los científicos nos olvidamos de que por mucha ciencia que uno haga, y mucho raciocinio, lógica y método que se aplique, al final todos somos humanos, científicos incluidos como el que más.

Y ¿que es "ser humano"? Según la teoría de la evolución, es ser un animal débil como individuo, que necesita para sobrevivir del grupo, y que se ha de valer de factores ajenos a su propia fuerza física. Lo que en algún momento dio a cierto grupo de homínidos una ventaja evolutiva clave no fue tanto un rasgo físico externo (más fuerza, más rapidez, una posición erguida) como una mejor conducta de grupo, relacionada con una mayor capacidad de representar y de comunicar.

La comunicación es esencial para coordinar al grupo, y existe en todos los animales. Todos los animales deben tener una cierta representación del mundo. En el caso humano la comunicación es más rica y se puede hacer perdurable de una generación a otra. La representación del mundo es más abstracta y permite proyectar planes sobre elementos no presentes.

El humano prehistórico creó representaciones de los fenómenos y explicaciones de los mismos. Ahora las llamamos mágicas, pero en cualquier caso los mitos, los rituales, la magia, servían a la supervivencia del grupo. En las civilizaciones de milenios recientes esa explicación mágica se mantuvo pero se refinó hasta llegar a lo que hoy denominamos explicación divina, con varios o un sólo dios.

Para la supervivencia del grupo es importante la especialización, el reparto de tareas, la organización. Hubo un grupo especial, los elegidos que conectaban con los dioses y revelaban la Verdad a los demás, y eran poseedores de un gran poder. Sería difícil poner en duda la utilidad que ha tenido la creencia religiosa en el proceso de desarrollo de la comunidad humana, y la influencia del poder religioso.

Desde hace unos siglos la comprensión racional del mundo ha permitido un creciente dominio sobre nuestro entorno, una capacidad de manipulación de la materia, y de creación de riqueza. El desarrollo científico y tecnológico ha pasado a ser un factor de poder, y a competir con el poder religioso. Esta suficiencia racional reciente, fruto de ese barniz cerebral que supone el neocortex, nos engaña, y oculta que seguimos en esencia regidos por el cerebro animal primitivo, y siendo anímica y psicológicamente tan frágiles como hace miles de años.

Seguimos necesitando creer, y que nos den explicaciones mágicas. Permitimos que las explicaciones mágicas vengan de la Ciencia cuando se trata de aceptar, con palabras incomprensibles, que la imagen que veo en mi televisión corresponde a algo que sucede ahora en el otro extremo del mundo. Pero nos encantan las novelas fantásticas, los misterios de extraterrestres, los espíritus, y demás arcanos insondables. Necesitamos de ello. Somos así.

Hay personas jóvenes, educadas, universitarias, racionales, que pueden mostrarse incrédulas de que el hombre haya pisado la Luna, y sin embargo creer sin problemas en misteriosos fenómenos paranormales. Al igual que el niño no estima la dificultad de que tres señores, o uno gordo, repartan en una noche millones de objetos de un elevado coste, y lo cree posible, otras personas no estiman la "facilidad" de que el hombre llegara a la Luna en 1969, tras años de aviones y cohetes, de satélites en órbita, y elementos electrónicos de control suficientemente probados. Más fácil que orquestar un engaño masivo durante años con decenas de miles de implicados, incluidos los enemigos soviéticos. Pero más importante que la Verdad, ese concepto sobrevalorado, es sentirnos a gustito con nuestro credo.

Necesitamos sentirnos especiales. La Ciencia nos hace muy especiales por el grado de comprensión, pero también nos relega a una humilde posición difícil de digerir. Anda que si al final simplemente somos frutos del azar y la necesidad... En este intento desesperado por salvar lo divino sin renunciar a lo científico, es comprensible la elaboración de algo como el Diseño Inteligente, que pueda parecer científico y no ser tan tosco como el original Creacionismo, aunque consiguiendo el mismo objetivo. Todo puede verse como el desenlace del proceso evolutivo darwiniano. ¡Qué monos somos!

Pero el excelente grado evolutivo que hemos alcanzado, y la relevancia creciente de la Ciencia, se manifiesta en el propio Diseño Inteligente. Ni éste, ni tan siquiera Juan Manuel de Prada, han invocado la necesidad de un Diseñador Divino para explicar el tremendo salto cualitativo entre el infinito contable de los enteros y racionales, y el siguiente infinito de los reales, radicalmente más infinito. Y qué decir de los transfinitos, por Cantor bendito. Ni han invocado la intervención divina como razón del Teorema de incompletitud de Gödel, o del carácter trascendente de pi, o de la imposibilidad del móvil perpetuo. Pero ojo, no siempre fue así. Un legislador americano (no, no es la candidata Palin) quiso establecer por ley que el valor del número pi era 3,2. Pasaron muchos años hasta que las oficinas de patentes dejaron claro que no considerarían invento alguno que pretendiese ser un móvil perpetuo. Las medidas higiénicas en la práctica médica tienen poco más de un siglo. Vamos evolucionando.

Como ciudadanos del siglo XXI debemos ser conscientes de nuestra "base" animal primitiva, que lo es todo salvo por una fina cutícula muy reciente. Pero en honor de esa fina cutícula debemos decidir en qué creer para segun qué cosas, y qué conocimientos deben recibir los escolares. ¿Igualar Fisica Aristotélica y Mecánica de Newton? No. La primera es de gran interés para el filósofo o el historiador. Para el ingeniero mejor la segunda. ¿Emparejar química y alquimia? Ni el religioso más fervoroso las confundiría hoy en día. Aunque si se trata de escribir novelas de ficción, todo puede valer.

Pero ¿cómo se ha llegado a semejante situación de fe en la Ciencia? ¿Es porque los medios de comunicación han alterado la realidad impidiendo una cabal comprensión de pi, de la matemática, la física, la química ...?

¿Es porque los científicos han engañado , hipnotizado, formateado y abducido a las personas? ¿Quizá el GPS no funciona por una aplicación de los abstractos conocimientos científicos y aplicados desarrollos de ingeniería, sino por intermediación de espíritus o hadas o ángeles, y esa terrible conjura cientifista nos lo está ocultando? ¿Acaso no estaba ya el GPS en Su Tablero de Diseño?

Y de tener que decidir entre dos propuestas para combatir la creciente resistencia bacteriana a los antibióticos, ¿equipararemos teoría evolutiva y diseño inteligente? Ay, Señor, Señor, que el monstruoso spaghetti volador nos coja confesados.