miércoles, 20 de abril de 2011

superlúbrico

Es que hay palabras tan... especiales y evocadoras, que no me resisto a dejar pasar la ocasión. Como bien dice el DRAE, lúbrico es lo propenso a un vicio, y particularmente a la lujuria, lo libidinoso y lascivo. Tales palabras por si mismas pueden evocar imágenes, recuerdos, asociaciones... y vernos inmersos en la lubricidad. ¿Puede  haber algo "peor"? Pues en efecto, en uno de esos blogs que sigo se habla de la superlubricidad. De superficies requetelimpias y un tanto dispares, inconmensurables, puestas en contacto para resbalar sin fricción alguna. ¿Evocamos los limpios cuerpos desnudos y engrasados de hombre y mujer aferrándose desesperadamente para no salir despedidos sin remedio del lecho?

Pues parece que no es ese el contexto adecuado, y que hay que atender a la otra acepción de lúbrico como sinónimo de resbaladizo, que se resbala o escurre fácilmente. La superlubricidad hace pues referencia a la ausencia casi total de fricción entre dos superficies ultralimpias cuando estas "no casan". Todo lo contrario de lo que ocurre entre dos superficies ultralimpias de un mismo material cristalino si se juntan de forma "compatible", que se funden en frío.  Para enfriar más las cosas, no estamos hablando de grandes superficies, sino del rozamiento a escalas muy pequeñas, en las que un micrómetro ya es grande.

Supongo que primero fue el resbalar, y luego resultó que la lujuria provoca muchos resbalones.

Y aprovechando la entrada, y las asociaciones, hace no mucho he leído precisamente "Hombre lascivo y sin linaje" de Ijara Saikaku, traducido por Antonio Cabezas García en libros Hiperión, muy interesante (y divertido) como testimonio de cierto estilo de vida en el Japón del siglo XVII, al menos el del superlúbrico protagonista, Ionósuke. La labor del traductor es en este caso más que encomiable, impagable. En la presentación el traductor aborda la pretendida dificultad de traducir el texto que han alegado muchos otros. Sin embargo tomando como ejemplo el título, "Kóshoku Ichidái Otoko", traducido al inglés de seis formas distintas, obtiene una traducción directa e inequívoca palabra por palabra. Y a fe mía que el traductor se esmera en la traducción, como ha de esmerarse el lector luego en la lectura, que se facilita teniendo a mano el indispensable buscón del DRAE. Pues la riqueza léxica del original se traslada al castellano para descubrir palabras insospechadas, como estas pocas de ejemplo:

munificencia
bochinche
villorio
capelina
freo
a la ventura
achares
patulea
escurra
daifa
trípili
sonochada
nabab
bureo
coima
morra
zaragüelles
capacete
galocha
machucho
arrumbar
cimbre
gatatumba

Para acabar una entrada con semejante título, nada como una muestra de la obra de Ijara Saikaku y de Antonio Cabezas.

Dicen que esta noche en el pueblo de Ojara los paisanos duermen en morralla: no ya la cónyuge del monterilla, y las mozas, criadas y lacayos, sino todos sin distinción de joven o viejo yacen promiscuos en desenfrenado follón, y eso nada menos que en el mismo porche del templo, delante del dios. Es tradición del lugar, y esta noche se permite todo. ¿Qué tal si vamos?
Fueron al poblado, pasando por lúgrubes riachuelos, pedregales umbríos y sotos de pinos tan tenebrosos que en cualquier momento hubieran podido arrollar a una vaca. Atisbaron desde la penumbra y vieron que había tiernas doncellitas intentando najarse de la bachata, mujeres agarradas de la mano por hombres, y rehusando, otras seduciendo coquetonas, escenas de parejas amarteladas cuchicheando, sin que faltaran casos chuscos de rivales disputando por una hembra. Quién pasmaba a una abuela de setenta, quién esquivaba a una tía machucha, quién encocoraba a la mujer de su jefe, y a la postre todos se apareaban en confuso zurriburri. Lloraban, reían, gozaban. La albórbola era más divertida de lo que se contaba.
Superlubrifragilisticoexpialidoso :-)